En fin, a una legua más, según Villuga, aunque realmente a siete kilómetros y medio, entrábase en Adamuz. Allí quizá se detendría a comer Cervantes, pues le daba tiempo para llegar a Córdoba (cinco leguas) antes de ponerse el Sol.
Miguel pudo sentir afecto por Adamuz. La villa pertenecía desde 1564 a Don Luis Méndez de Haro, ya difunto, cuyo padre, del mismo nombre, tanto favoreció...
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